11.12.2006

DE RECONSTRUCCIONES Y HOYOS

Las fotos de la chica en bikini eran impresionantes y bien logradas, a pesar de la revista tan corriente en la que aparecían. En la entrevista hablaba de su último proyecto en el cine, que la aleja de los personajes sexy que ha interpretado siempre en la televisión y en el teatro.

En las últimas dos páginas, el periodista la interrogaba sobre su nueva relación amorosa con el nosequiencito de turno, pues había sido vista tomada de su mano en los últimos eventos faranduleros: - Estamos juntos hace dos meses y muy enamorados. Siento que Nosequiencito es el hombre de mi vida y, aunque ya vivimos en mi apartamento, nos casaremos el año que viene.

Llegado a este punto del reportaje, la chica anunció el evento que le daba título:- Como regalo de bodas voy a reconstruirme el himen, así me entregaré a él como si fuese la primera vez. Aunque temo los procedimientos quirúrgicos, es un sacrificio que haré por amor.

Nosquiencito también salía en las fotos, emocionado, y en un parrafito de esos que los diseñadores de las revistas encierran en otro color, nos daba su opinión sobre la decisión de su amada: - Me halaga, es el símbolo de que todo su pasado queda borrado y de que a partir de ahora seremos solamente nosotros dos…

Y después dicen que los hombres son machistas, cuando nosotras mismas les celebramos y alimentamos esa actitud.

Cómo es posible que a alguien se le pase por la cabeza reconstruirse el himen para ser virgen en su noche de bodas? Y que además lo publique en una revista de circulación nacional, después de que probablemente dejó de serlo la primera vez, a los doce o trece años.

Es la misma actitud hipócrita de todas las que se dejan penetrar por cuanto orificio tienen menos “por delante” para permanecer vírgenes hasta el matrimonio.

A qué estamos jugando? Y yo que me creía en el siglo 21…Esas supuestas vírgenes son seguramente más perversas y más recorridas, que las que reconocemos que esta no es nuestra primera pareja sexual.

Lo más patético de todo es que lo hacemos con vergüenza, como si estuviésemos confesando que, como el azote de barrio de las páginas rojas, tenemos doce muertos encima.