6.19.2007

BULLSEYE

El caballo se llamaba Bullseye.

Kenneth Pinyan, un ingeniero de 45 años murió en el año 2005 en el hospital Enumclaw de Washington, al ser penetrado analmente por el potro y sufrir una perforación en el colon. Y todo este cuento, aunque fue publicado hasta la saciedad en los periódicos de Seattle de la época, lo supimos por Robinson Devor, un cineasta independiente que documentó el caso por más de un año para producir una extraña y magnética película: “ZOO”, seleccionada para el Sundance Film Festival y para el reciente Festival de Cannes en mayo pasado.

Dudamos mucho que un tema tan escabroso protagonice nuestras carteleras cinematográficas en un futuro próximo, aunque el realizador haya logrado una reflexión acerca de la zoofilia sin generar el menor ápice de morbo y sin darle lugar al sensacionalismo, sino más bien obtener una pieza con un tono onírico, con el que intenta averiguar hasta qué punto personas aparentemente racionales pueden justificar sus propósitos.

Pero nos da pie a pensar, no tanto en los cuentos que todos conocemos o hemos escuchado alguna vez de las burras, chivas, o hasta gallinas que recibieron las embestidas de algún púber alborotado por las hormonas en las vacaciones en la finca de los abuelos. O en los cuentos y chistes, que los hay por miles, sobre viejas solteronas con sus perritos. Tampoco en las más variadas alternativas de perversión que ofrece la industria de la pornografía hoy en día, que incluyen por supuesto, animales. Sino en los pequeños (o más bien grandes) secretos que guardamos o compartimos con algunos pocos sobre nuestros gustos o aficiones más particulares e íntimas.

Kenneth Pinyan era un hombre normal y corriente. Dedicado a la ingeniería aeronáutica por ejemplo, y convencido firmemente de que el caballo consentía y hasta disfrutaba las prácticas sexuales tanto como él, mientras ambos eran grabados por un grupo de amigos que también tenían relaciones con caballos y otros animales domésticos. Este grupo, llamado Zoo, se citaba por Internet para encontrarse, conversar (entre ellos y con los animales), caminar desnudos en la noche por los paisajes campestres del lugar y; finalmente, grabarse sosteniendo relaciones con los animalitos.

Cuántos señores encorbatados, o respetables damitas de tantos que conocemos, no esconderán un secreto tan grande y probablemente tan inconveniente como el de nuestro pana Kenneth? A algunos les costará varias décadas salir del closet, por ejemplo. Y tendrán hijos y nietos retratados en hermosísimas fotos que los acompañarán dentro de sus billeteras a los viajes hacia algún destino exótico en el que conquistarán a algún chamito de catorce años, que ofrecerá sus favores sexuales a cambio de un blue jean.

Otras señoras jamás confesarán que la única manera en la que pueden alcanzar el placer, es a través de la asfixia temporal del compañero/ compañera en un facesit… uno que otro, en alguna borrachera, admitirá haber asistido a una fiesta swinger.

Pero la mayoría, nos guardaremos esos placeres secretos, algunos sanos, otros más perversos y elaborados, para nosotros mismos. Serán compartidos si acaso, con algún colega anónimo en Internet, y que a lo lejos participará con placer de nuestra confidencia, y coincidencia. O con algún grupo, ghetto o secta a la que secretamente logremos pertenecer.

Nos encontramos aquí en un momento complicado, que viene de una represión puritana en la que la sexualidad se limitaba solamente a fines reproductivos, para convertirse en el otro extremo de la búsqueda desenfrenada del placer, por cualquier medio.

Muy pocos asumiremos o haremos públicos nuestros pequeños secretos. No sabríamos como nombrar las prácticas o aficiones que se sitúan en ese estado límbico entre la perversión y la sana búsqueda del placer.

6.05.2007

LIBERTAD DE EXPRESION

Está muy de moda por estas fechas la palabrita. ¡Libertad de expresión! gritan todos los estudiantes que asisten a las marchas que pasean y alborotan nuestra ciudad por estos días, quien sabe si conscientes de la responsabilidad que tienen como ciudadanos en este momento histórico, o más porque encuentran en las manifestaciones un lugar de encuentro más económico que una sitio nocturno, donde puedes conocer gente, mirar y dejarte mirar con tu franelita de RCTV anudada en la cintura para enseñar el ombliguito, (como escuché decir a alguien por ahí), o como la mejor excusa para jubilarse de clases, gastando máximo lo que inviertes en un helado, una gorra de RCTV y dos botellitas de agua mineral.

Habrá de todo, no negamos que poco a poco se harán conscientes del compromiso que están asumiendo y este tendrá más peso que el paveo del que los acusan los oficialistas, aunque estoy segura de que, en los morrales permanecerán los paraguas para resguardar los cabellos secados durante los aguaceros de esta época.

En todo caso, el tema de la libertad de expresión es algo que pesa mucho y que probablemente en algunos casos se ve más amenazado por nuestra sociedad moralista de lo que creemos.

Más de uno se escandalizaría si ve un par de hombres tomados de la mano mientras camina por las calles del centro de Caracas. Mientras aceptamos, alcahueteamos y celebramos al tío que tiene dos mujeres, y dos familias en vidas paralelas. Probablemente esta pareja de homosexuales es más seria y estable que cualquiera de las que los demás (tan apegados a la norma) integramos.

Bien dicen algunos por allí que mi libertad termina cuando comienza la del otro. Y estamos bastante lejos de ser una sociedad de avanzada, aunque quieran hacérnoslo creer. Primero que nada porque vivimos, respiramos y habitamos en la intolerancia. Y con esto no queremos hacernos eco de opiniones de tantos estudiosos que discursean acerca de esta sociedad dividida en dos toletes.

Somos intolerantes, a nuestra manera, chalequeadora, echadora de broma, bastante pesada en muchas ocasiones, con los que son diferentes, con las situaciones que representan cambios a lo que normalmente estamos acostumbrados. Con los que se atreven a creer en si mismos y a ser auténticos, a pesar de no entrar en los cánones estrechos a los que estamos tan acostumbrados. Por eso hacemos como si la gordita que intenta a toda costa ser simpática, o el grupito de chicos tímidos que estudian mucho, no existieran. Ignoramos a los que no son iguales a lo que esperamos, y que por lo tanto no pertenecen al grupete en el que nos movemos. Y se aplica lo mismo a esos también, a los que pertenecen a ghettos de autoafirmación de las diferencias, a los alternativosneopunkhippies que andan por ahí, cerrados en si mismos y negando la existencia de los demás.

Nos escandaliza presenciar que una pareja se besa con ganas y con bastante lengua, en una esquina de Chacao, en una clara expresión del afecto, o las ganas que se tienen, en resguardo de nuestra moral y las buenas costumbres. Mientras con envidia sana admiramos la súper Hummer que atraviesa esa misma calle, conducida por este conocido que casi salió de la indigencia hace un año y medio, cuando se conectó bien y empezó a hacer sus negocitos por ahí. Como legitimando las cosas materiales que se obtienen por ser más avispados que los demás, en vez de celebrar las que se logran con esfuerzo.

Entonces, no limitemos el tema que ocupa nuestras conversaciones con la pareja, el señor de la panadería, o la vecina viejita que nos encontramos en el ascensor a un hecho que simboliza para algunos la muerte de la libertad de expresión en Venezuela, o la falta que nos hace la novela del mediodía. Revisémonos más bien nosotros mismos, y en vez de circunscribir el tema de la tolerancia a lo político, pensemos en que tan tolerantes somos en nuestro día a día y en si nos atrevemos a ser libres de verdad, en cada uno de los actos de la vida cotidiana.

5.28.2007

CUANDO, CUANDO, CUANDO

¿CUÁNDO? ¿CUÁNDO? ¿CUÁNDO?

Es una pregunta importante, que todas nos hacemos y que nos devana los sesos y nos distrae mientras estamos en la clase de cálculo o en la reunión semanal de status del proyecto en el que participamos.

Y es que no hay reglas claras que determinen el momento más apropiado para acostarse por primera vez con un hombre. Sobre todo porque estamos condicionadas al deber hacernos las difíciles, pensando en el supuesto de que mientras más complicado sea obtenernos, más valoradas seremos por el hombre.

Será eso verdad?. Al toparnos con algunos de los elementos vestidos de traje que recorren nuestras calles, no nos cabe duda de afirmar que esa aseveración es totalmente cierta. Que el sabio consejo de nuestras abuelitas acerca de mantenernos virgencitas hasta el matrimonio es totalmente acertado. O por lo menos que debemos alargar el momento lo más posible en el tiempo, cuando nuestras convicciones y valores de niñas bien pierdan la batalla ante el verano que arrecia, y nada que llega la temporada de lluvias!

Pero, qué nos garantiza que tan larga espera surta el efecto deseado, si este es construir una relación duradera y estable con el sujeto en cuestión. O todo el ritual de cortejo que antecede a esa primera vez, con toda la inversión económica que dicho ritual supone, ¿no es una especie de prostitución aceptada socialmente?, en la que no la damos hasta después de seis cenas, ocho idas al cine, tres llamadas (mínimo) al celular al día sin contar los mensajitos de texto, un par de ramos de flores (también pueden ser rosas individuales, que son tan románticas), dos o tres rumbas en el lugar de moda pagando los tragos hasta de las amigas, para concluir con la invitación con todos los gastos pagos, al fin de semana en Los Roques o en Morrocoy, en esa posadita tan romántica, donde definitivamente se consumará el acto.

Porque es que somos niñas de bien que no andamos por ahí acostándonos con todo el mundo, y el que lo logre es porque se lo merece, y porque entiende que lo que buscamos es una relación seria. Por eso participamos en el jueguito que en algún momento alguien estableció como moralmente correcto y ay! si rompemos las reglas y nos comportamos como las perfectas ligeras de cascos.

Porque ese tiempo en el que a propósito retrasamos el sexo con el susodicho, no lo invertimos en conocerlo profundamente como para llegar a la intimidad preparadas y conscientes, listas para disfrutarlo plenamente. Lo pasamos más bien compartiendo superficialmente, escaneando la marca del reloj, los zapatos, y el pantalón que le ahorca un poco, sintonizando el Ipod con la emisora FM de su carro recién compradito, que todavía huele a nuevo, sin prestar atención jamás a qué tipos de valores tiene este individuo, que desde el primer momento en que lo vimos decidimos que será el padre de nuestros hijos, y abuelo de nuestros nietos como nos ha pasado con cualquiera con el que hemos querido acostarnos.

Y por supuesto, los hombres están dispuestos a pagar el precio que sea para obtener el premio, y además están condicionados a que si todo sucediese más pronto que lo previsto por las reglas tácitas de la moral caraqueña, se gozaron a la chica pero no se la tomaron en serio, porque no ella misma no es seria y no se valora.

Y quien dijo que estar consciente de tus deseos y del poder de decisión que tienes sobre tu cuerpo no es valorarse? Consideramos que si bien, la sexualidad implica un nivel de intimidad y compromiso que no tod@s están dispues@s a asumir, se sobreestima el acto en si, y a un simple coito se le otorga más importancia que la que realmente tiene. O es que si alguien está interesado en conocerte mejor y en establecerse en una relación duradera contigo se va a espantar si se acuestan más pronto que tarde? No debería ser eso un valor agregado al gratísimo proceso del cortejo y del mutuo conocerse?

En nuestra sociedad por lo visto, no. Es más importante cumplir con plazos y con metas, que darle a cada relación y a cada persona el tiempo que el momento merece.

5.08.2007

BOLLITO SANO

Llegado el momento una vez al año, y en algunos casos de paranoia cada seis meses, nos disponemos a visitar el consultorio ginecológico de confianza, bien porque nos lo recomendó una amiga, porque es el que ha atendido a nuestra mamá toda la vida, o porque es la cuñada de nuestra prima y hay que ayudarla que está empezando.

Las cuitas comienzan en los días previos a la consulta. Hemos llegado hasta a escuchar a algún novio freak reclamarle a su pareja que se depile para asistir a la cita: para qué vas a arreglarte? Acaso vas a acostarte con él?. Con lo que la atónita joven ha corrido espantada por dos razones, primero para alejarse de ese loco, y segundo a depilarse, y completamente! No vaya a pensar el doctor que es una desaseada y descuidada.

Otras prefieren verse con una ginecóloga mujer. Otros exigen que su chica lo haga. Por aquello del pudor de abrirle las piernas a un desconocido, no va a andar uno pelando el culo por ahí de gratis, por eso en la playa, aunque el sostén del traje de baño sea una talla menos, lo que usamos es semi-hilo, que no es tan vulgar.

Y bueno, pedimos el permiso en la oficina, o vamos después de la universidad. Nuestra mamá recomendaría que nos llevemos una ropa interior nueva, decentica sin llegar a ser cuello de tortuga. Igual para qué? desnudas debajo de la bata azul de papel no hay manera de verse indecentes, y menos en un momento tan gris como un examen médico.

En la recepción del consultorio a veces hay más pacientes. La señora que atiende, anónima desde su escritorio las va pasando en orden, mientras bromea con el muchacho que vino a traerle la impresora nueva al doctor: por eso es que te dicen mala pascua, eres un nube negra!. Y con un gesto detiene al visitador médico que con la excusa de que son cinco minuticos, pretende colearse delante de seis mujeres que esperan inquietas el momento de su encuentro con el estado de salud de su femineidad. Unas leen revistas del año 92. Otras hablan bajito con la amiga que vino a acompañarlas. Algunas se aíslan con algún jueguito del celular, o protegidas por la barrera musical de los audífonos del Ipod, que siempre hace tan buena compañía. Y desde cualquier canción observan las uñas mal arregladas de la que está al lado o a la recepcionista que pestañea sospechosamente intentando conquistar al de la impresora, mientras emite una carcajada muda, que va perfecta con el ritmo de la canción de Juanes.

El doctor se asoma a la puerta del consultorio: la siguiente!. Y llega el momento de entrar. Después de la breve conversación en la que ambos se ponen al día, sobre afecciones y nuevos remedios para curarlas y repasan la historia clínica de la paciente, hay que entrar al baño, casi siempre microscópico, en el que se sustituye la ropa de la calle y de la vida real, por la bata de papel, con la abertura hacia atrás por favor.

He ahí la camilla, más bien corta, como para que quepa solamente el torso. Acompañada de estos brazos móviles de metal terminados en aros, donde se ponen los pies en una postura que algunos llamarían de pollo en brasas, pero que si no es por los materiales y el brillito, parece más bien uno de los instrumentos de tortura con los que ajusticiaban a las brujas de la Inquisición.

Ya acostada en este estado de indefensión, la paciente mira al techo, para evitar mirar al doctor que arma el espéculo. Solamente escucha el sonido de las hojas de metal que se golpean entre si, tenaceando, mientras el doctor atornilla algo, abre y cierra gavetas, camina, se pone los guantes con ese ruido de la goma que se estira y pega contra la piel. Se echa algo, algún gel de un envase al que le queda poco porque suena brbrbrbrbrbrbrbr…. Y se sienta frente a la mujer expuesta. Y comienza el examen, ayudado por su inseparable espéculo, que le permite ver mejor y alcanzar la zona precisa en la que raspa para tomar la muestra de la citología. La muchacha respira. El doctor retira el espéculo y procede al tacto, tan temido por los novios celosos antes mencionados.

El examen termina: el cuellito se deja tocar muy bien, tienes tu bollito sano. Como si con esos diminutivos se le quitara un poco la cara de revólver a un asunto que es bastante serio. Pero bueno, la chica respira aliviada y se va, orgullosa de su cuellito uterino y de su bollito saludable.

4.24.2007

VERDES

A much@s les ha pasado encontrarse de repente atraíd@s por alguien mayor. Muchos más han sido cortejados por un viejo o una vieja verde. Incluso en algunas culturas es bastante común que un hombre hecho y derecho se empate con una chamita.

Los yanomamis por ejemplo, crían a las niñas hasta que están en edad de casarse (lo que es igual al momento de su primera menstruación) y llegado el momento, las mudan a su chinchorro para empezar a formar familia. Y en nuestro pasado reciente podríamos recordar como ejemplo al monstruo de Mamera, inmortalizado en ese clásico del cine venezolano llamado Macu, la mujer del policía, cuya directora, Solveig Hoogesteijn, nos mostró hace poco otro ejemplo de atrevimiento, con su niña enamorada de su profesor, bastante mayor que ella, en Maroa.

Lo cierto es que siempre habrá defensores y detractores de las relaciones en las que la diferencia de edad es considerable. Siempre por ejemplo, se prestan para pensar que el menor se chulea al mayor, al mejor estilo de Anna Nicole Smith cuando se casó con el octogenario que le heredó toda su fortuna, a pesar de la pelea legal de los hijos del viejito.

Ahora, si el mayor está pelando, entonces siempre encontrarán alguna manera de criticar un asunto que debería incumbir más bien a los involucrados y ya.

Pero, qué hacer al verse cortejad@ por alguien mayor? Cuáles serían las ventajas y desventajas en esta relación? Debemos convertirnos en personas de tan amplio espectro como para experimentar con otras personas considerablemente mayores o menores que nosotros?

Indudablemente, se aprende mucho de estas cosas. Sobre todo teniendo en cuenta que el/la de más edad ya lleva camino recorrido y es posible que nos enseñe mucho, pero… y si las diferencias son más que las coincidencias? Cómo equilibrar por ejemplo las ganas de rumbear y salir y taconear de una joven con la serenidad y tranquilidad de un señor que prefiere quedarse en su casa viendo televisión? Cómo hacemos con la señorabienconservada de cuarenta, que acompaña a novio jovencito a cualquier parte y le preguntan si es la mamá?. Porque si de algo no hay que dudar, es de que las mujeres, por más esfuerzos que hacemos, envejecemos más rápido que los hombres y siempre nos veremos más destruidas.

Sabiendo negociar esas diferencias de energía, y haciendo caso omiso de comentarios de terceros, quedan ahora estas dos personas frente a frente, y sin remedio. Disfrutando de la etapa de conquista, en la que el/la mayor hará gala de su experiencia, y el/la menor, aportará inocencia y alegría al espíritu un poco cansado del otro. Pero, más allá de la conquista… habrá futuro y se establecerá algo más que un experimento? Podrán superarse las nalgas flácidas (del señor también, no solamente las de la señora) o la pausa obligatoria para tomarse el Viagra milagroso? Habrá paciencia para asumir las actitudes inmaduras e inexpertas del más joven de la relación? Habrá resignación en el momento en el que ambos asuman que no funciona?

Y si funciona maravillosamente?… habrá paciencia cuando empiecen a aparecer los problemas de salud del mayor? Éste, no estará siempre dudando y temeroso de ser sustituido por uno o una más joven y fogoso? En cualquiera de los casos, estas relaciones al tomar matices más serios que los de una aventurilla pasajera, se constituyen en un reto de paciencia y aprendizaje para ambos miembros de la pareja, que yo por ejemplo, no estoy segura de poder asumir… es que todavía no ha aparecido un Sean Connery, eternamente galán, por aquí.

Por allí dicen que a veces uno llega demasiado temprano o demasiado tarde a la vida del otro. Hay quienes tienen ganas de hacer un esfuerzo que habría que aplaudir y celebrar, porque confían en el amor como refugio y forma de vida, así sea contrariando lo convencional.

Bien leí por allí a Leonardo Padrón diciendo “has llegado tan impuntualmente a mi vida, que he decidido corregir todos mis relojes hacia tu posibilidad”…

4.09.2007

LA PUERTA TRASERA

Lo cierto es que hasta canciones de los Amigos Invisibles, y quien sabe cuántas más, hay dedicadas al asunto. Ni hablar de las miles y miles de páginas, publicaciones, películas y cuanta forma de entretenimiento para adultos se conozca, dedicadas exclusivamente al tema del sexo anal.

Much@s quieren probarlo. Much@s lo hacen. Algun@s lo consideran inmoral, sucio y hasta pecaminoso. Y es que quizás, por ese halo no sé si de misterio, pero si por estar vetado, se ha convertido en un acto más atractivo de lo que probablemente es. En el caso de las relaciones hombre-mujer, por supuesto. Porque para nuestros amigos gays, esa constituye la única salida… o más bien la única entrada, que además tiene la fama de atrapar tanto, que se dice que “el que prueba, repite”.

Pero hablemos de las parejas heterosexuales. Cuando la núbil damisela asiente a entregar el realito adeco, como dirían nuestros papás, esto se convierte en el acontecimiento del siglo y en algunos casos en un símbolo de amor y compromiso más valioso que el del himen virginal de las muchachas del siglo XVIII.

Siendo la primera vez, el ansioso galán debería tener paciencia para tratar con la delicadeza y ternura necesarias, a la temerosa joven que se entrega a él, en este acto de amor. Habrán por supuesto muchas que alegarán, con los ojos llorosos y la voz entrecortada, que este es su estreno en estas lides: “Esto solamente lo he hecho contigo miamor!, es mi primera vez” y no conozco ninguna forma de probar que no lo sea. De lo que si estoy segura, es que las damas la hemos convertido en una forma más, de manipular las mentes masculinas.

De todas maneras habría que asesorarse. Y nuevamente, el infaltable y leal amigo gay que todas las mujeres tenemos nos dará el consejo más acertado: que si la cremita tal que consigues en la farmacia, que si el lubricante no se qué con sabor a cambur con helado de chocolate no sirve y es súper caro, que si en esta posición es mejor (este consejo normalmente va acompañado de una dramatización del amigo gay, que será más realista si está acompañado de su pareja), que si relajas los músculos respirando y contando hasta diez cuando botes el aire, que si mejor no comas nada antes para evitar accidentes, que si el chacra del yoga y el mulabanda, que después te acostumbras tranquila, que eso es solamente la primera vez, que si estás segura de que este hombrecito merece que hagas esto?, que yo creo que si tienes que probarlo para que sientas que rico es.

Y a la pobre muchacha que anota, pregunta y se asesora con cuánto peluquero conoce, hasta quedar con la cabeza hecha una tumusa, se le ocurre preguntarle a sus amigas, así como quien no quiere la cosa, mientras se toman un licuado matacelulitis en un café fancy del sureste de Caracas: Amiga, no puedo creer que te decidiste! Te felicito!. Pues yo no estoy de acuerdo, eso es pecaminoso, además ese tipo no te quiere. Pues yo digo que lo pruebes, así se queda enganchado. Pero es que duele mucho! Grita otra. A mí no me dolió nadita, dice la primera. Es que tu novio tiene el pipí chiquito. Además, ese hueco no es para eso. No me digas que tú no lo has hecho? Pues no, y mi Andrés Manuel lo acepta y me quiere igual. No te creas! Ese seguro lo busca en otro lado. Tú crees? Será que me montaría cachos por eso?... y la pobre primeriza, continúa indecisa sobre cual decisión tomar.

El galán insiste, persuade, intenta. Los encuentros terminan en lágrimas a veces, o en intentos fallidos otras. Hasta que ambos, armados de valor logran consumar el acto con paciencia y salivita, como dicen por ahí.

He aquí el momento crucial del asunto, y la razón por la que creo que se le otorga más importancia y misterio que los que merece. Pues es cuando la chica en cuestión, decidirá: 1. Que el asunto le gusta y se convertirá en una tigresa del sexo por detrás, 2. No le parecerá nada especial y estará dispuesta a complacer a su parejo de vez en cuando, o 3. Morirá del dolor y jurará más nunca escuchar consejos de su peluquero…

3.28.2007

BANDAS SONORAS

Me confieso una persona poco auditiva. Puede sonar interminablemente la misma emisora en la radio del carro, que ni cuenta me doy. De hecho, me pone un poco nerviosa la gente que las cambia compulsivamente, no terminan de escuchar una canción para buscar otra, y lo peor de todo, es que si se quedan quietos cuando empieza a hablar el locutor en una presentación publicitaria de desrices lisolin, el alisado japonés.

Tampoco por ejemplo, y esto es una opinión muy personal, encontraría utilidad en mi vida a un Ipod de 15.000 canciones: ¿De dónde las voy a sacar? ¿Tendré tiempo suficiente para escucharlas todas? ¿No habré hecho un gasto innecesario solamente por el esnobismo de tener el Ipod más enhierrado? ¿se verá muy mal que llene este espacio libre que me queda con los grandes éxitos de La Tigresa de Oriente?

Sin embargo, reconozco la utilidad de la música en nuestras vidas. No podría vivir sin su compañía, aunque como ya mencioné, no soy tan exigente. Es por eso que me ha dado por pensar en cuáles serían las bandas sonoras más apropiadas para ciertas situaciones y personajes, pues inevitablemente, al escuchar alguna canción nos remontamos a algún recuerdo de algo o de alguien.

En algunos casos, el maridaje entre canción o estilo musical y persona/ situación ocurre accidentalmente. En otros, es impuesto por el lugar en el que estamos… como el Kenny G que mencionamos en la entrega anterior. Pero siempre están relacionados, la canción te traslada a un lugar o la persona combina con una melodía.

Por ejemplo, si para seducirme, alguien me hace escuchar alguno de los últimos hits de Los Diablitos, inevitablemente voy a pensar que nuestro primer y romántico beso será en el último asiento de una buseta Valle-Coche Directo vía autopista, de las que tienen carteles negros con letras anaranjadas. Un surfista probablemente pondría oportunamente un reggae, quizás suavecito, y no habría contradicción, pues siempre está asociado a la playa y eso es bueno.

Para levantarse, por ejemplo, me parece súper apropiada la música llanera. No la escucharía en otro momento del día, que en algunos casos cuando avanza, más bien merece mantras de esos que ponen en las clases de yoga.

Para estar con un negro, de esos bien resueltos, que también tienen su encanto, habría que escuchar hip-hop… puede sonar a lugar común, pero es la imagen que nos ha metido la modernidad en el inconsciente. Para estos casos, van bien también, tambores de nuestras costas, y para refinar un poco lo del hip-hop, podríamos escuchar un rap de esos europeos, de Assasin o NTM.

Con los ejecutivos prósperos van más bien, lo que llaman clásicos de los ochenta. Esa lista incluye REM, Aerosmith y en algunos casos Guns n´ Roses, con menciones nostálgicas a los shortcitos del vocalista y la tumusa del guitarrista. Algunos también se asocian con Pink Floyd, que es maravilloso, pero en lo personal no encuentro nada más anti-líbido que The Wall.
Por otro lado, encontramos a los jóvenes buena gente. Esos te dedican canciones de Chichi Peralta mientras las bailan contigo. Bastante común y dentro de la norma, quizás un indicio de lo que vendrá después (ojalá no).

En cuanto al house y la movida electrónica, como dice Toledano, no puedo comentar mucho. En mi caso es más bien para bailarla en ocasiones específicas, que para acompañar otros momentos de la vida. Acompañar una velada romántica con trance, se me hace un poco sicótico.

Me parece más apropiado escuchar a Chet Baker o a Billie Holliday, que con su voz tan tosca es mi preferida. Es otro lugar común en mi inconsciente, pero con gente que haga esa música, no hay que pensar en más nada que en besar al que tengas enfrente.

Por último, además de los buenos conversadores, no encuentro nada más seductor que alguien que sepa bailar bien, sobre todo los estilos musicales en los que la percusión tiene una presencia importante. Creo sinceramente que los que dominen la salsa, la samba o cualquier otro ritmo de estos tropicalientes, ya tienen la mitad del camino ganado.