7.16.2006

REENCUENTROS

Los reencuentros, momentos de coincidencia o de Providencia, en los que algún Dios mete la mano y nos encamina hacia la presencia de alguien que ya no pertenece a nuestro cotidiano. Al doblar la esquina, en una fiesta cuando tenemos una mano ocupada de campanear un trago y la otra colgada de nuestra actual pareja (que nos hace muy felices) o en la televisión cuando aparece dando declaraciones en el reportaje de sucesos del noticiero de las once.

Que grato es reconocer los mismos ojos, quizás un poco más arrugados, que sonríen cuando nos miran. Recordar la curva en su hombro, el mismo olor en la base del cuello, y que el dejo al final de las palabras que dice, sigue siendo el mismo. Y, aunque ya no deba suceder nada más que nos una a esa persona, porque somos fieles, estamos cómodos y felices dentro de la relación que tenemos, o porque simplemente no queremos, es bueno que el cuerpo recuerde las palpitaciones, las pupilas dilatadas o cualquier otra respuesta fisiológica a su presencia. Que nos rindamos y nos dejemos llevar por estos síntomas programados, como reflejos condicionados que nos convierten en cualquier perrito de Pavlov.

Si la cosa llega más lejos, habría que parafrasear a la inolvidable Samantha Jones, de Sex and the City, cuando decía que acostarse con un ex, nunca es recomendable: porque si es bueno, es algo que ya no tienes y es muy probable que no tengas más y, si es malo, sucumbiste en la tentación de acostarte con un o una ex!.

Lo interesante de estos reencuentros es quizás, el peligro latente en cada uno de ellos, el ejercicio de voluntad que hay que aplicar para no correr a disfrazarnos de perrito baboseador al escuchar la campana de su voz. Y el principal disfrute radica también en esta “dieta mental”, y en las reminiscencias de estos recuerdos que nos transportan a los momentos que compartimos con esa persona, y que por circunstancias, decisiones, o incluso por selección natural, nos hicieron tomar caminos separados y forjar vidas aparte, que nos convirtieron en las personas que somos ahora: diferentes, pero esencialmente las mismas del pasado.