8.06.2006

ONCE AGAIN

Hace algún tiempo vuelve por sus fueros la nueva campaña de una cerveza que el año pasado provocó bastantes molestias en algunos sectores femeninos de la población, por el misógino y burdo mensaje que encerraba en el slogan: La verdad es dura.

En esta oportunidad presenciamos nuevamente a mujeres sin rostro reconocible, tomadas desde ángulos imposibles que las representan “once again” como simples objetos de placer sexual. Porque no es lo mismo vernos buenas que explotadas… con foticos que adornan las paradas de autobús y piernas de seis metros de largo que coronan unas nalgas en la valla de la autopista.

No quisiera hacer un manifiesto feminista contra los excelsos creativos de dicha joya de nuestra cultura publicitaria. La verdad es dura: durante décadas hemos sido consideradas los objetos idóneos para vender cualquier cosa. Unos muslos, el escote o las nalguitas de la autopista, dicen ¡presente! en cualquier anuncio, así sea para vender parcelas de cementerio.

Consideradas el sexo débil, probablemente como una desafortunada creación de algún machista desfasado, hemos sido etiquetadas como enclenques durante siglos, cuando es ya por todos conocido el hecho científico de que las mujeres vivimos más tiempo, podemos hacer más cosas al mismo tiempo, y somos más tenaces, quizás por esa misma cualidad genética que nos hace resistir mejor el dolor. Lo que no se ha hecho público y, es una hipótesis que propongo para el estudio, es que en realidad a través de esa supuesta debilidad y uso de los hermosos atributos de los que nos ha dotado la naturaleza, estamos logrando conquistar el mundo!

Sin pensarlo mucho y sin que sea tarea diaria como la de Pinky y Cerebro. Sino porque esa es la única manera en la que los hombres, nos dejan tomar el poder. No es desconocido más de un episodio de algún rey que abdicó por amor, o alguna Mata Hari que hizo perder la cabeza a un baboso.

Amigas: los hombres no tienen sangre suficiente para que el cerebro y el pene les funcionen al mismo tiempo… no se sientan señoritas mancilladas por los creativos cerveceros. Sin ni siquiera pensarlo tenemos el poder suficiente sobre ellos como para que nos dediquen kilómetros y kilómetros de imágenes en revistas y vallas.